Somos el Pueblo de Jehová (El Linaje de Abraham, La Iglesia de Cristo)


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El recibir a Cristo como nuestro único y suficiente salvador y el vivir bajo los preceptos y amonestaciones de Dios y el guardar sus mandamientos, nos constituye ciudadanos celestiales (Filipenses 3:20), pueblo del Dios vivo!. Es por ello que debemos gozarnos ya que somos herederos ante la gracia que nos fue dada mediante el señor Jesucristo;  el propósito de esta entrada es aclarar que a Dios no lo importa tu nacionalidad, ni tu genero, ni tu cultura, ni tu color de piel; para hacerte parte de la descendencia o linaje de Abraham, lo único que le importa a Dios es que tu tengas un corazón dispuesto amarle y a servirle.

Los judíos se jactaban de ser descendientes sanguíneos de Abraham, pero ¿esto realmente los hace parte del linaje de Abraham?, miremos los siguientes pasajes de las Santas Escrituras: Mateo 3:8-9 8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, 9 y no penséis dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. En los anteriores versículos vemos como  Juan el bautista reprendía a los fariseos y saduceos que se infiltraban en los bautismos, creyendo que su galardón celestial estaba asegurado por ser judíos de nacimiento. Sin embargo Juan el bautista aseguraba que esto no los hacía participes del linaje de Abraham, ya que de cualquier lugar del mundo Dios puede dar como heredero a cualquier persona.

Para pertenecer a la descendencia de Abraham no se necesita nacer en Israel o ser descendiente directo de los habitantes de dicha nación, esto  lo comprobamos cuando Jesús les hablaba a los Judíos Juan 8:37-40 37 Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. 38 Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre. 39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham harías. Por lo tanto lo que nos hace pueblo de Dios (su iglesia) es exactamente imitar la conducta de Abraham, la cual consistió en agradar a Dios y tener fe para creer sus promesas.

Al considerarnos pueblo de Dios, constituimos su iglesia, la cual Cristo compró con su preciosa sangre (Hechos 20:28), somos hermanos hijos del mismo Padre, al ser nuevas criaturas con Cristo, hallamos igualdad ante Jehová como herederos: Efesios 2:12-16 12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. 14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Lo que demuestra que como Iglesia hacemos parte del privilegiado grupo del pueblo de Dios, sin importar nuestra nacionalidad (1 Pedro 2:10).

Por último vemos como se cumple la profecía de Juan el Bautista, acerca de los descendientes de Abraham, como hijos de Dios somos linaje del Patriarca, padre de la fe. Bien lo dice Galatas 3:24-29:  24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. Con la ley dada a Moisés, el pueblo de Dios se restringía exclusivamente a la nación de Israel (descendientes sanguíneos de Jacob); pero por la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos hacemos hijos de Abraham también, lo que nos establece como pueblo de Dios; en el  versículo 28 del anterior pasaje se indica que a Dios no le importa ya si eres israelí, estadounidense, mexicano, colombiano, etíope, guatemalteco, hombre o mujer… lo que le importa es que tu tengas un corazón contrito y humillado hacia Él,dispuesto a servirle para ser participe de su Nación Espiritual.

En este orden de ideas en el versículo 29 vemos como se cumple la profecía dada a Juan el Bautista y la promesa que le dio Jehová Abraham (Génesis 15:5), con lo que comprobamos la infalibilidad de la Palabra de Jehová, somos numerosos los cristianos, como las estrellas. ¡Somos descendientes de Abraham!. Por ende las promesas que fueron dadas al pueblo de Dios, también son efectivas para nosotros: Romanos 4:13-17 13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. 15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. 16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros. 17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.

Gocémonos pues mis amados hermanos de este galardón, el ser parte del pueblo de Jehová es el mayor de los privilegios que podamos tener; considerarnos hijos y alcanzar muy grandes promesas con la fe, como lo hizo nuestro padre Abraham son metas que debemos conquistar. Como hijos de Dios estamos llamados hacer grandes cosas por su Reino; grandes son las bendiciones para aquellos que tenemos a Jehová como Padre, aquellos que somos parte del pueblo de Dios.

Eclektos


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