La Humildad en Cristo

Ser humildes es una  virtud que como hijos de Jehová debemos tener, en este estudio Bíblico se va a aclarar lo que significa en realidad la humildad para con el Padre y establecer como propósito vivir nuestra vida en humildad. Nuestro ejemplo a seguir radica como siempre en la conducta de Jesucristo, cuando Él se hizo hombre en la tierra. Muchos consideran que ser humilde es un sinónimo de ser pobre económicamente, de acuerdo a esta concepción entre más escaseen nuestros recursos económicos, más humildes somos, lo cual es una visión bastante errónea y limitante de lo que significa humildad.

La humildad no es para nada un concepto económico que indica pobreza, lejano a eso la verdadera humildad se basa en riqueza, con ello no me refiero a riqueza material, me refiero a la abundancia espiritual. Si nuestro espíritu es rico en Amor de Dios más humildes seremos delante del Padre. La humildad es pues reconocer nuestra condición humana. Como humanos nos sentimos alegres, efusivos, reímos, lloramos, sentimos…; pero como humanos también somos vulnerables al dolor, al sufrimiento, a la  tristeza, al miedo, a la tribulación, a la enfermedad y a la muerte. Por lo tanto sea cual sea nuestra situación, seamos ricos o pobres, sabios o no, hombre o mujer… todos tenemos y pasamos por dichos estados que acabé de pronunciar, luego nadie es superior a nadie. En esto consiste la humildad, en saber que yo como humano no soy superior a ningún ser humano, en ningún sentido. Debemos ser humildes como Cristo, Él bien lo dice (Mateo 11:28-30): 28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Es primordial ser humildes para nuestra relación con Dios (Salmos 138:6 y Proverbios 15:33), Jehová atiende al humilde más mira de lejos al altivo o soberbio. Al reconocer nuestra condición humana sabemos que somos muy vulnerables y que siempre necesitamos de Jehová. Jehová se agrada de los humildes (Salmos 147:6, Isaías 57:15  y Santiago 4:6) y por ello es que debemos siempre revestirnos de humildad, la humildad también se refleja en las relaciones con los demás en cada ámbito de nuestras vidas.

Jesús es nuestro ejemplo de humildad por excelencia, el reconoció su condición humana y jamás (aun teniendo la potestad para hacerlo, siendo el Hijo unigénito de Dios con gran gloria y poder) se atrevió a manifestarse como superior despreciando a los hombres pecadores. El nunca dijo cosas como: «Es que ustedes son pecadores, yo no, apartasen de mi» , «Yo si soy sabio, pobres de ustedes que no!», «Yo si  tengo unción, pobres, ustedes no!», «Ay! cometió un gran error, su nombre ya fue borrado del libro de la vida», «Miren a ese hombre, ni lo miren no es digno aun de vuestra mirada» «Ay!, quítese de mi presencia, impuro». Todo lo contrario, Jesús socializaba con los pecadores, (Lucas 5:30-32), sanaba enfermos, siempre servía a los menesterosos, hacía milagros a aquellos que se lo solicitaran y aun cuando lo vituperaban no maldecía aquellos que lo hacían; recuerden mis estimados hermanos que Él le pidió misericordia al Padre para aquellos que lo estaban torturando y asesinando (Lucas 23:33-34).

Ser soberbio o altivo no es solo presumir y humillar a la gente, ya sea por estatus social, por riquezas materiales o por estudio y conocimiento. Desafortunadamente en muchos casos se presencia soberbia por parte de personas que se creen más espirituales que otras, que presumen y humillan con una supuesta unción superior. Por lo cual deliran que tienen derecho de ir acusando, señalando, juzgando y condenando sin prudencia alguna. Muchos creen que tienen autoridad para juzgar y condenar, cuando aun no tienen ni la menor idea de los designios de Dios para aquellas personas que señalan (Romanos 14:10-13). Debemos ser humildes en el evangelio también, no menospreciar a los demás hermanos en Cristo sintiéndonos superior a ellos y con más galardón en los cielos, recuerden mis hermanos que siempre debemos llegar con humildad mirando a mi hermano como un par (Filipenses 2:3-4 y Colosenses 3:12-14) y no dejándonos engañar que somos mejores en nuestra vida en Cristo que los demás. Recuerde su condición humana mi estimado lector, y no olvide que por esta condición usted es muy propenso a estar en error y también a cometer pecado (sin siquiera darse cuenta); no olvides a Jesucristo, Él jamás cometió algún error o pecado y ni aun así presumía de santidad y andaba humillando a la humanidad. Cuando haces esto estas obrando igual que el fariseo de la siguiente parábola: Lucas 18:9-14: 9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola  10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. 

Para terminar mis amados hermanos siempre busquemos ser humildes delante del Padre, ya que Dios tiene demasiado agrado con esto. Bajo ninguna circunstancia nos creamos superiores a nuestro prójimo. Miremos la conducta de Cristo y seamos imitadores de ella, puesto que con ello nos hallamos dignos delante de Jehová. Cuando somos humildes podemos amar con facilidad a nuestro prójimo ya que lo vemos como un par; cuando no despreciamos a nadie, nuestro corazón hallará regocijo para servir al menesteroso ya que de este modo estaremos sirviendo al propio Jesucristo (Mateo 25:33-40).

Eclektos